Estas piezas, de pequeño formato, representan para mí, en su sencillez, la esencia de la escultura.
Estan hechas intencionadamente de muy pocas piezas y, al ser pequeñas, buscan el contacto. Si echa un vistazo rápido verá unos guerreros cabizbajos, introspectivos, pero si los mira bien, con detenimiento, observará que todo es una trampa. No hay cara, no hay brazos, tampoco hay cuerpo, como mucho un par de piernas ... y poco más. Esta es la gracia, nada es nada, pero las piezas una vez acopladas forman un todo que invita a recogernos, a meditar, a orar incluso.